Cada vez que intentamos definir la poesía caemos sin remedio en un cúmulo de contradicciones, de precisiones técnicas, de opiniones de aquéllos consagrados y obviamente, de los críticos y lectores que la mantienen viva. Un debate infinito.
Sin embargo la poesía es ante todo un reto, porque desde el más básico entendimiento, la poesía en sí misma es la de- finición de las cosas. ¿Cómo no considerar poética la sola acción del hombre de mirar a las estrellas, y darse cuenta que está mirando el pasado? Ahí donde no cabe la ciencia, la fe, los otros géneros literarios, el arte, la sociología, la historia, ahí entra la poesía. Explica el mundo, explica la belleza y su ausencia. Redime al hombre y a la mujer del amor mal usado y lo eleva en espíritu y nobleza ante las atrocidades de nuestra especie.
En este su primer poemario, Caperucita Loba se atreve a definir con su poesía todos esos recovecos. Se adueña de las palabras no sólo porque conozca la definición del diccionario, si no porque ha tenido que valerse de ellas para poder explicar su historia.